miércoles, 11 de marzo de 2015

Radiografía del espionaje industrial: gobiernos, 'hackers' y respetables consultoras


 Fuente: REUTERS


En 1991, el empresario californiano Walter Liew acudió a un banquete junto a un grupo de autoridades chinas organizado por Luo Gan, un alto oficial del Partido Comunista que más tarde se convertiría en uno de los nueve poderosos miembros del politburó chino. “El objetivo (de la invitación) eraagradecer mi patriotismo” por haber hecho “contribuciones a China, por haber entregado tecnologías clave”, escribió Liew más adelante en una carta dirigida a una empresa del gigante asiático. Un borrador de esa misiva fue encontrado por investigadores del FBI en la caja fuerte de su casa.

Era la prueba que las autoridades norteamericanas estaban buscando: durante años Liew había robado información tecnológica de la empresa estadounidense Dupont, por un valor estimado de 20 millones de dólares, que después intentaría vender a Pangang Group, una empresa estatal china de Sichuan. En concreto, sustrajo la fórmula para desarrollar óxido de titanio TiO2, utilizado como pigmento blanco en multitud de productos industriales. Con esa ayuda, la firma Pangan se ahorraría toda la investigación acerca de la producción de dicha sustancia.

En el famoso ágape, según la acusación, Liew recibió las órdenes de cómo y qué secretos industriales robar, y a quién pasárselos. Ahora acaba de ser declarado culpable de 20 cargos, entre ellos la conspiración para cometer espionaje económico y robo de secretos comerciales. Junto a él, ha sido condenado también Robert Maegerle, un empleado al que Liew pagaba por información. La defensa no niega los hechos, peroasegura que lo que ambos vendían no eran secretos comerciales, y que, en todo caso, no trataban de beneficiar al Gobierno chino.
El caso de este empresario representa el viejo paradigma del espionaje industrial: una persona que, mediante métodos ilegales, obtiene información sobre unos procesos que luego vende a otra compañía, y todo bajo la batuta de un Gobierno extranjero.
Cada vez más escurridizos

Los ladrones de secretos corporativos son hoy mucho más sofisticados y difíciles de atrapar. “Desde el 11 de septiembre se ha producido un aumento radical en las actividades de espionaje industrial no perseguidas, pagadas por grandes empresas que espían de todo, desde miembros del Gobierno a otras empresas o incluso organizaciones no gubernamentales que puedan dañar sus intereses”, asegura a El Confidencial Annie Machon, antigua agente del Mi5 británico y experta en espionaje. “Empresas como Dilligence, que ha fundado uno de mis excompañeros en la inteligencia británica, u otras comoKroll, Aegis o la antigua Blackwater… Lo que hacen nadie lo revisa: son como mercenarias del espionaje industrial”.
Estas empresas, según Machon, cubrirían el espectro de la vigilancia entre grandes corporaciones, mientras que las agencias de espionaje como el GCHQ británico o la NSA estadounidense se encargarían de husmear en los Gobiernos y entidades públicas o relevantes para la seguridad nacional.



Fuente: REUTERS

En el famoso ágape, según la acusación, Liew recibió las órdenes de cómo y qué secretos industriales robar, y a quién pasárselos. Ahora acaba de ser declarado culpable de 20 cargos, entre ellos la conspiración para cometer espionaje económico y robo de secretos comerciales. Junto a él, ha sido condenado también Robert Maegerle, un empleado al que Liew pagaba por información. La defensa no niega los hechos, pero asegura que lo que ambos vendían no eran secretos comerciales, y que, en todo caso, no trataban de beneficiar al Gobierno chino.
El caso de este empresario representa el viejo paradigma del espionaje industrial: una persona que, mediante métodos ilegales, obtiene información sobre unos procesos que luego vende a otra compañía, y todo bajo la batuta de un Gobierno extranjero.

Cada vez más escurridizos

Los ladrones de secretos corporativos son hoy mucho más sofisticados y difíciles de atrapar. “Desde el 11 de septiembre se ha producido un aumento radical en las actividades de espionaje industrial no perseguidas, pagadas por grandes empresas que espían de todo, desde miembros del Gobierno a otras empresas o incluso organizaciones no gubernamentales que puedan dañar sus intereses”, asegura a El Confidencial Annie Machon, antigua agente del Mi5 británico y experta en espionaje. “Empresas como Dilligence, que ha fundado uno de mis excompañeros en la inteligencia británica, u otras comoKroll, Aegis o la antigua Blackwater… Lo que hacen nadie lo revisa: son como mercenarias del espionaje industrial”.
Estas empresas, según Machon, cubrirían el espectro de la vigilancia entre grandes corporaciones, mientras que las agencias de espionaje como el GCHQ británico o la NSA estadounidense se encargarían de husmear en los Gobiernos y entidades públicas o relevantes para la seguridad nacional.


“El espionaje industrial es ilícito y nosotros no lo realizamos bajo ningún concepto”, defiende en El Confidencial Javier Cortés, responsable de Kroll España y Portugal, una de las más famosas firmas de inteligencia corporativa. “Obtenemos información de dominio público difícil de encontrar, o tenemos fuentes confidenciales que trabajan en determinados mercados y que nos dan información de ese mercado en concreto, adoptando medidas muy duras de conformidad con la ley: no pueden trabajar en la empresa de la que están hablando ni tener a ningún familiar dentro”.
Algunos critican que bajo esta modalidad de “inteligencia corporativa” lo que hay en realidad son espías de pago que poseen información privilegiada. Cortés asegura que su misión es mucho más sencilla: cuando una empresa va a contratar, por ejemplo, a un director financiero y quiere saber si existe algo en su pasado o presente que deba saber, algo que pueda dañar la reputación del empleador, Kroll se pone en contacto con el sector de los Consejeros Financieros y habla con ellos para ver qué saben del candidato.

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